El divorcio es común en todo el mundo. También es consecuente. El estado civil ha sido vinculado a una variedad de morbilidades psiquiátricas. Gran parte del esfuerzo para comprender los vínculos entre el divorcio y los trastornos psiquiátricos, se ha centrado en examinar si es probable que los trastornos causen divorcio o viceversa. De hecho, la evidencia respalda la noción de que las vulnerabilidades y los desafíos de afrontamiento asociados con los trastornos psiquiátricos pueden socavar con el tiempo la estabilidad matrimonial. Asimismo, el estrés asociado a los procedimientos de divorcio puede facilitar la aparición de trastornos psiquiátricos. Se ha mostrado que el divorcio predice la aparición de varios trastornos, incluido el abuso de drogas y alcohol.
Si bien el divorcio y los trastornos psicológicos pueden influirse mutuamente, también existe una tercera posibilidad causal: que ciertas predisposiciones genéticas puedan contribuir tanto al riesgo de divorcio como al riesgo de morbilidad psiquiátrica.
Un estudio reciente (2024) por Jessica Salvatore, de la Universidad de Rutgers, y sus colegas buscaron probar esta hipótesis. Los investigadores recopilaron datos sobre individuos de registros poblacionales suecos. La base de datos consistió en todas las personas nacidas en Suecia entre 1950 y 1980 de padres nacidos en Suecia, seguidas hasta finales de 2018. Esto incluyó a más de 2,800,000 individuos (edad media al final del seguimiento: 51.7 años; rango de edad: 38 a 68). Se obtuvieron datos sobre patrones de puntuaciones de riesgo genético familiar (FGRSs por sus siglas en nglés), medidas personalizadas de riesgo genético inferidas a partir de diagnósticos en familiares con respecto a 10 trastornos psiquiátricos (depresión mayor, trastornos de ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno bipolar, esquizofrenia, anorexia nerviosa, trastorno por consumo de alcohol, trastorno por consumo de drogas, trastorno por déficit de atención/hiperactividad y trastorno del espectro autista).